Soy ,bueno, mi nombre no importa, soy alguien que intenta contar un momento, que a su vez engloba otros instantes.
Hace una mañana preciosa, de cielo azul y sol brillante, temperatura cálida, sin viento.
Hemos quedado para tomar algo en la terraza de un bar del barrio, donde se puede hablar sin tener que forzar la voz para podernos oír, es un lugar tranquilo, luminoso, donde se respira el maravilloso aroma de un buen café.
Se me ocurre preguntar cómo son nuestros amaneceres. Me doy cuenta de que cada una, somos cuatro, paran de hablar y se ponen a pensar adoptando posturas acomodadas, sus caras transmiten que están dando vueltas a sus pensamientos, tienen ganas de contar, de comunicarse, yo tomo notas mentalmente de lo que van diciendo.
Una, digamos que es A, recuerda cómo cuando era pequeña, cada mañana, tras levantarse su padre, ella se pasaba a la cama con su madre y las dos abrazadas esperaban el beso de hasta luego que les daba él, y que siempre lo acompañaba con un trocito de pan y un terrón de azúcar crujiente, se emociona al contarlo y se ve a ella misma en aquella pequeña habitación, con una luz tenue y de paredes blancas.
La siguiente que empieza a contar, es una mujer que le gusta lo que hace y como vive, a ella le encantan sus amaneceres, cada mañana la despierta un beso y los gorjeos o trinos de los pájaros. Su dormitorio da a un jardín con frondosos árboles y a donde no llega el ruidoso mundo rodado, a veces oye el traqueteo de las ruedas de una maleta, que imagina tira de ella un chaval cargado de sueño para ir al cole, le encanta que el despertador no tenga que sonar salvo en contadas ocasiones.
La siguiente, que puede ser Z, se pone tristona y nos dice que teme pensar donde amanecerá pasados unos años, si será en su habitación de ahora que tanto le gusta, con ese poster de flores alegres que compro en un rastrillo de domingo por la mañana y que adorna el cabecero de su cama, y sus cortinas rosadas y también floridas ó si por el contrario amanecerá quietecita en una cama solitaria con sabanas y cortinas blancas.
Paro de escribir lo que fielmente recuerdo de las notas, que mi mente guardó de aquel rato que compartimos esa mañana, y me doy cuenta que estoy reflejando pasado, presente y futuro de otras personas, pero que a su vez ya son pasado, presente y futuro para mi

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